Opiniones

La Consulta no terminó el domingo

La Consulta no terminó el domingo

Opinión de Cynthia Valeriano
Manipular la consulta disuadirá la inversión fija en nuestro país, con efectos en el empleo, la generación de ingresos, la recuperación creciente y la inflación que tendrá en lo que resta del 2022 y otros dos años más.

Mucho se ha discutido del innecesario ejercicio de revocación de mandato que se llevo a cabo el pasado domingo 10 de abril, se ha discutido de la forma en la que se aplicaron recursos que son siempre escasos e insuficientes del gobierno para apoyar programas, planes o políticas que pueden incidir en mejorar de forma tangible y real en el bienestar de las personas.

Ni que decir de los faltantes de medicamentos, de la falta de vacunas (no solo de COVID) para los menores de edad, de los recortes para el campo, las deficiencias en el sector educativo y la eliminación de programas sociales estratégicos que permiten que más personas, (principalmente mujeres) se integren a la vida laboral, apoyos a las MIPyMES que no logran recuperarse del todo o de la falta de incentivos para elevar la oferta agregada de bienes y servicios que contrarresten los efectos de la inflación que golpea duramente la economía familiar.

Pero quizá la discusión que aún no se agota sobre el ejercicio de la revocación, tiene que ver con la forma en la que un ejercicio de democracia participativa que es una herramienta poderosa en manos de los ciudadanos en distintas partes del mundo, se convirtió no sólo en un ejercicio de simulación política por parte de aquellos que ejercen el poder público y los partidos que desde el gobierno se apoderan del espacio público, sino en uno de los disuasores más importantes de la inversión fija en nuestro país, con los efectos en el empleo, la generación de ingresos, la recuperación creciente y la inflación que tendrá en lo que resta del 2022 y los dos larguísimos años que le quedarán a este gobierno.

Los ejercicios de democracia participativa, normalmente fungen como medidas de control al poder público y político de parte de los ciudadanos, que vaya que nos hacen falta en México, en países como Estados Unidos, Alemania, Noruega o Suiza, las consultas, los plebiscitos, o las medidas de iniciativa ciudadana, sirven no sólo para revocar el mandato de aquellos o aquellas que ejercen un mala gestión de gobierno, también sirven para que la sociedad revoque decisiones políticas que inciden en el desempeño de la economía, propongan proyectos que la sociedad considera útiles o necesarios para acelerar su progreso o mejoría o incluso, deciden sobre la aplicación de presupuestos o sobre la política fiscal aprobada por el gobierno.

Todos esos espacios de decisión social, son ferozmente defendidos por colectivos, organizaciones sociales, vecinales y también por distintos grupos de interés que ven en estos instrumentos, un margen de incidencia determinante y les permite sentirse incluidos en la construcción del futuro.

Lamentablemente, lo sucedido en México, sólo generó mas dudas sobre las intenciones reales de un gobierno que promueve la consulta dentro y fuera de las instituciones, que presiona a los ciudadanos para que participen y que construye una narrativa que culmina con una amenaza de reforma a aquellas instituciones que garantizan el cumplimiento real del soberano en una democracia: el pueblo, que no es un concepto que debe utilizarse sólo para una clase social o política, el pueblo somos todos, todas y todes.

Por eso no es de extrañar, que a pesar de los informes de crecimiento de la tasa de inversión fija bruta para el 2021 que fue de un 10% en comparación con el 2020 (cifra que vale decir no es suficiente para compensar la caída del 4.7% en el 2019 y del 17.8% para el 2020), no termina de empujar la recuperación y el crecimiento económico tan necesario para el país, a pesar de los reclamos y las exigencias de los grandes empresarios mexicanos que conminan a los medianos para incrementar las inversiones en México.

En nuestro país, parecería que el gobierno se esfuerza en enrarecer el ambiente y con ello contribuir a mantener o acrecentar la incertidumbre, la enemiga número uno de la inversión, estamos repletos de riesgos de nivel medio a elevado en todos los frentes: hacia el exterior un eventual repunte de la pandemia, como ya ésta sucediendo en otros países asiáticos, o los efectos de la guerra Rusia VS Ucrania cuyo efecto aún no concluye o las decisiones de política económica implementadas por el gobierno norteamericano o los efectos multiplicadores de fenómenos migratorios irregulares y cada vez más violentos, desde la perspectiva interna la cosa no es menos seria: niveles de inseguridad nunca antes vistos, una mayor fragilidad de las economías estatales ocasionadas por fenómenos meteorológicos, la corrupción público-privada que sigue dando mucho de que hablar o las decisiones erráticas de un gobierno que no parece superar su curva de aprendizaje a más de 3 años de haber iniciado su gestión con resultados desastrosos en prácticamente todas las áreas y un largo etcétera.

A lo anterior, habría que sumarle ahora la terca necesidad de seguir golpeando la ya mermada confianza empresarial, ya sea desde la forzada contrarreforma energética o desde la iniciativa para reformar la ley electoral que amenaza con regresarnos a aquellos tiempos en donde el poder público es juez y parte, contribuyendo ya no sólo a disminuir la rentabilidad económica de las inversiones en nuestro país, sino a reducir las perspectivas de mejorar los índices de competitividad internacionales tan necesarios como los datos del PIB per cápita.

La consulta no termino el domingo, lamentablemente dará mucho de que hablar en los próximos meses, en la medida en la que avance la extraña estrategia de desestabilizar a toda costa el país, quizá bajo la premisa de que entre mas revuelto el río, mayor será la pesca.

Cynthia Valeriano.
Profesora de Economía del Tec de Monterrey, Campus Toluca.
cvaleriano@tec.mx