Confundir “disrupción” con “confrontación” es una manera equivocada de mirar los procesos. Una disrupción es la interrupción con la manera tradicional de ejecutar algo y –desde la perspectiva de las áreas tecnológicas y de negocios- se emplea para referir la introducción de nuevos procesos, métodos o productos que cambian la forma en la que tradicionalmente se hacía algo, “agregando valor al sector al que están dirigidos”.
La disrupción es adecuar “algo” –producto, servicio, propuesta- a las nuevas circunstancias de un negocio o proyecto; sin embargo, cuando no se comprende el fondo se pueden hacer interpretaciones superficiales o malintencionadas que enredan la renovación de los procesos y se desaprovechan las áreas de oportunidad.
Desde hace meses, se ha pretendido confrontar a Ana Lilia Herrera Anzaldo, diputada federal mexiquense, con el actual grupo político que dirige el Gobierno del Estado de México y particularmente con el propio gobernador, Alfredo Del Mazo Maza. Hay razones y elementos para sostener que esa pretensión no tiene fundamento.
Primero, porque Ana Lilia Herrera –a quien se le considera una política profesional en toda la extensión de la palabra- siempre toma decisiones cuidando la forma y obteniendo el beneplácito que quienes intervienen en el juego político y, como ella misma lo ha reiterado: con respeto total al liderazgo político del gobernador en turno, tal como lo ha hecho con todos los gobernadores con quienes ha colaborado, directa o indirectamente: César Camacho Quiroz, Arturo Montiel Rojas, Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila Villegas, así como el actual gobernador.
Segundo, a partir del concepto de “disrupción”, Ana Lilia planteó una forma distinta de jugar en el proceso sucesorio de la gubernatura mexiquense para 2023 y –desde la perspectiva tradicional priista y de algunos interesados en desprestigiarla- pretenden señalar que “ha roto” con el gobernador, pero no es así, con él ha mantenido comunicación permanente, clara y directa.
Tercero, difícilmente Ana Lilia Herrera dejará el ADN priista –como ella misma lo ha referido- de mantener unidad en torno a su partido y a quien tiene el liderazgo político en la entidad, y eso significa que no pretende “brincar” a otro partido, además de que tiene claro que el PRI es el único con estructura y base en todo el Estado de México. Así lo ha dicho y hecho siempre.
¿Qué sí ha hecho Ana Lilia? Entender y comprender –que son dos procesos distintos- que el escenario de competencia electoral para el PRI es sumamente complejo, porque al revisar los estudios de opinión se identifica un alto porcentaje de personas que no manifiestan preferencia por algún partido (aproximadamente 50 por ciento) y cuando se le pregunta a la gente “¿por cuál partido político definitivamente no votaría?” se manifiesta que alrededor de 40 por ciento de la ciudadanía no votaría por el PRI.
Por ello, la estrategia disruptiva -que no confrontativa- de Ana Lilia, es porque tiene claro que seguir la ruta tradicional ya no conecta con las personas. Es necesario cambiar el proceso. Ha identificado que los proyectos políticos de un solo bloque son insuficientes para atraer la atención de la ciudadanía. Inclusive Morena ha ganado con alianzas con otros partidos.
Lo que plantea es –desde el PRI- impulsar una gran coalición con otros partidos políticos y recuperar las causas de la sociedad, sin una visión monolítica. Ha generado diferentes mensajes para comunicar la unidad con inclusión, sin cerrar los ojos a la realidad y a los problemas que laceran en diferentes aspectos a la población: feminicidios, delincuencia, salud, educación.
La gente no quiere personas de la política que pretendan vendernos un mundo ideal donde se cierran los ojos y no re-conocen lo que debe corregirse y mejorarse.
Ana Lilia Herrera seguirá siendo un activo para el PRI y continuará con el movimiento que ha abanderado, porque imaginar que todos pensamos igual en el Siglo XXI es uno de los errores que se han cometido desde finales del siglo pasado.
El otro error es contribuir a la polarización, aún entre iguales, y perder de vista que los problemas y desafíos que tienen el país y el Estado de México son más complejos de lo que se ha planteado, que las consecuencias de no atenderlos serán más graves de lo que hasta ahora se ha visto, y que solucionarlos y superarlos requiere el esfuerzo de toda la sociedad.
PERCEPCIÓN
Reitero: tenemos una generación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes que fueron profundamente afectados por el encierro y el distanciamiento al que nos obligó la Pandemia por COVID-19 (que todavía no termina) y no se observa un esfuerzo institucional amplio, claro, continuo y preciso para ayudarles a superar esas secuelas de la enfermedad. Si no hacemos algo pronto, el futuro podría ser muy desalentador en todos los sentidos. Tenemos una generación triste y desesperanzada y sí, en buena medida es nuestra responsabilidad.
La disrupción es adecuar “algo” –producto, servicio, propuesta- a las nuevas circunstancias de un negocio o proyecto; sin embargo, cuando no se comprende el fondo se pueden hacer interpretaciones superficiales o malintencionadas que enredan la renovación de los procesos y se desaprovechan las áreas de oportunidad.
Desde hace meses, se ha pretendido confrontar a Ana Lilia Herrera Anzaldo, diputada federal mexiquense, con el actual grupo político que dirige el Gobierno del Estado de México y particularmente con el propio gobernador, Alfredo Del Mazo Maza. Hay razones y elementos para sostener que esa pretensión no tiene fundamento.
Primero, porque Ana Lilia Herrera –a quien se le considera una política profesional en toda la extensión de la palabra- siempre toma decisiones cuidando la forma y obteniendo el beneplácito que quienes intervienen en el juego político y, como ella misma lo ha reiterado: con respeto total al liderazgo político del gobernador en turno, tal como lo ha hecho con todos los gobernadores con quienes ha colaborado, directa o indirectamente: César Camacho Quiroz, Arturo Montiel Rojas, Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila Villegas, así como el actual gobernador.
Segundo, a partir del concepto de “disrupción”, Ana Lilia planteó una forma distinta de jugar en el proceso sucesorio de la gubernatura mexiquense para 2023 y –desde la perspectiva tradicional priista y de algunos interesados en desprestigiarla- pretenden señalar que “ha roto” con el gobernador, pero no es así, con él ha mantenido comunicación permanente, clara y directa.
Tercero, difícilmente Ana Lilia Herrera dejará el ADN priista –como ella misma lo ha referido- de mantener unidad en torno a su partido y a quien tiene el liderazgo político en la entidad, y eso significa que no pretende “brincar” a otro partido, además de que tiene claro que el PRI es el único con estructura y base en todo el Estado de México. Así lo ha dicho y hecho siempre.
¿Qué sí ha hecho Ana Lilia? Entender y comprender –que son dos procesos distintos- que el escenario de competencia electoral para el PRI es sumamente complejo, porque al revisar los estudios de opinión se identifica un alto porcentaje de personas que no manifiestan preferencia por algún partido (aproximadamente 50 por ciento) y cuando se le pregunta a la gente “¿por cuál partido político definitivamente no votaría?” se manifiesta que alrededor de 40 por ciento de la ciudadanía no votaría por el PRI.
Por ello, la estrategia disruptiva -que no confrontativa- de Ana Lilia, es porque tiene claro que seguir la ruta tradicional ya no conecta con las personas. Es necesario cambiar el proceso. Ha identificado que los proyectos políticos de un solo bloque son insuficientes para atraer la atención de la ciudadanía. Inclusive Morena ha ganado con alianzas con otros partidos.
Lo que plantea es –desde el PRI- impulsar una gran coalición con otros partidos políticos y recuperar las causas de la sociedad, sin una visión monolítica. Ha generado diferentes mensajes para comunicar la unidad con inclusión, sin cerrar los ojos a la realidad y a los problemas que laceran en diferentes aspectos a la población: feminicidios, delincuencia, salud, educación.
La gente no quiere personas de la política que pretendan vendernos un mundo ideal donde se cierran los ojos y no re-conocen lo que debe corregirse y mejorarse.
Ana Lilia Herrera seguirá siendo un activo para el PRI y continuará con el movimiento que ha abanderado, porque imaginar que todos pensamos igual en el Siglo XXI es uno de los errores que se han cometido desde finales del siglo pasado.
El otro error es contribuir a la polarización, aún entre iguales, y perder de vista que los problemas y desafíos que tienen el país y el Estado de México son más complejos de lo que se ha planteado, que las consecuencias de no atenderlos serán más graves de lo que hasta ahora se ha visto, y que solucionarlos y superarlos requiere el esfuerzo de toda la sociedad.
PERCEPCIÓN
Reitero: tenemos una generación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes que fueron profundamente afectados por el encierro y el distanciamiento al que nos obligó la Pandemia por COVID-19 (que todavía no termina) y no se observa un esfuerzo institucional amplio, claro, continuo y preciso para ayudarles a superar esas secuelas de la enfermedad. Si no hacemos algo pronto, el futuro podría ser muy desalentador en todos los sentidos. Tenemos una generación triste y desesperanzada y sí, en buena medida es nuestra responsabilidad.