Someter al enemigo sin luchar

Arturo Argente

Someter al enemigo sin luchar

Por milenios la humanidad se ha debatido alrededor de los métodos utilizados para tomar y retener el poder. La única civilización que aún se mantiene incólume desde sus inicios como tal, es China. El resto de las civilizaciones poderosas de la antigüedad han desaparecido. En cambio, la gran civilización asiática, aún con cientos de años de extravío político y cultural, es hoy un foco de atención en la lucha del hombre por el poder.


El gran estratega y filósofo chino Sun Tzu escribió en el siglo V a. C. un texto cuyas palabras y consejos pueden ser útiles en el devenir de la política. “El arte de la guerra” de Sun Tzu es una obra apasionante que aporta frescura, originalidad y respuestas al agotamiento de los esquemas políticos que han estado vigentes desde los comienzos de la era moderna. “El arte de la guerra” incluye decenas de valiosos criterios para construir el pensamiento estratégico y necesario para evitar la derrota en una campaña política. La política es el arte de lo posible, un buen político debe poder ver que es viable lograr y darse cuenta cuando algo simplemente no se puede. Por eso es necesario hacer uso de la estrategia y la táctica en el ámbito político.  Mao tse tung (Mao Zedung) decía “la guerra es como la política, pero con sangre, la política es la guerra sin sangre”. El conflicto ha sido parte central en el desarrollo de nuestra existencia desde las primeras organizaciones tribales y nos ha demostrado que la guerra es una consecuencia de la política. En el mundo de la política, como en la guerra, las ideas y el comportamiento de los hombres por alcanzar el poder, juegan un papel determinante. Como en el pasado, tenemos que volver a los clásicos para reinventar la política, hay que someter al enemigo sin luchar.


La idea transversal que regula "El arte de la guerra" es que la mejor estrategia es intentar evitar el conflicto y ganar sin lucha, siendo esto lo que distingue al prudente del ignorante. Otra idea clave, es que nuestra invencibilidad depende de nosotros, la vulnerabilidad del enemigo; la invencibilidad reside en la defensa; las oportunidades de victoria, en el ataque. En política eso debería traducirse en honestidad, prudencia, coherencia y autoridad. El enemigo debe provocar la irritación en el general enemigo y desorientarlo. Por ejemplo, el presidente ha dado la sensación de ser vulnerable cuando ha sido atacado con noticias que afectan su honestidad, esto lo ha hecho perder los estribos y tomar decisiones imprudentes donde viola flagrantemente la ley y se expone ante sus adversarios perdiendo el tiempo desacreditando cada noticia y desatendiendo lo que realmente importa, establecer las políticas públicas que le dan certeza al rumbo del país; esto le ha afectado su coherencia que no le han permitido ser percibido como una persona de ideas claras. En política no parece conveniente mostrar las flaquezas propias. Bien decía Sun Tzu “Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”. El líder político debe ser prudente, reflexivo, calmado, afable y no tan compasivo como para no ser implacable cuando la situación lo exige. Ataque y defensa están indefectiblemente unidos.


Sun Tzu también decía: “Los guerreros victoriosos primero ganan y después van a la guerra, mientras que los guerreros vencidos primero van a la guerra y después buscan ganar”. Fue dicho hace más de dos milenios, se sostiene hoy. Las formas en una campaña electoral nada tienen que ver, por fortuna, con las de un escenario bélico, pero, al igual que en una guerra, el cálculo preciso y una acertada estrategia resultan esenciales para alcanzar el triunfo y evitar una dolorosa derrota.