Opiniones

La culpa es de Otis

La culpa es de Otis

 


Escuchar y leer la información que sobre las consecuencias del paso del huracán Otis llega a los medios de comunicación, incluidas las redes, genera verdaderamente una gran incertidumbre. Por un lado, hay quienes se esfuerzan por minimizar la grave situación ante la tragedia y, por otro lado, nos llegan las voces de quienes con dificultad pueden comunicarse porque, para empezar, no tienen energía eléctrica… ni agua, ni alimentos, ni techos en sus casas, ni transporte, mucho menos teléfono o algún otro medio de comunicación, para alzar un grito en solicitud de apoyo.


El lunes 6 de noviembre el gobierno federal informó que había entregado 231 mil 248 despensas, comida caliente a 307 mil 552 personas y un millón 385 mil 656 litros de agua embotellada. Todas estas cifras resultan ridículas si lo distribuimos en los 12 días que han transcurrido desde la tragedia y los aproximadamente 850 mil habitantes de Acapulco, lo cierto es que tocaría una despensa por cada 4 personas, una comida caliente por cada tres personas, y litro y medio de agua por habitante durante el periodo mencionado. Además, de los 47 municipios que originalmente fueron declarados zona de desastre, después de una “fe de erratas”, sólo dos se mantienen en esa categoría: Acapulco y Coyuca de Benítez,


En nuestro país hemos aprendido a ser solidarios ante la tragedia, desde los sismos del 1985, pasando por diversos huracanes y otros sismos importantes como los de 2017, la ayuda de miles de personas es casi inmediata.  Mexicanas y mexicanos apoyan con lo que pueden, hasta con sus propias manos, de ser necesario, para remover escombros y rescatar el mayor número posible de vidas. La sociedad civil, organizada o de forma individual, está presente en las brigadas de auxilio y rescate. Por eso, contrasta la instrucción presidencial de que sólo el gobierno federal otorgaría ayuda, ni los estados, ni los municipios ni mucho menos la sociedad civil. Esta actitud ante la tragedia desconoce la solidaridad y la subsidiariedad como principios humanistas. No olvidemos que incluso frente a un fenómeno como la pandemia Covid-19 que nos tomó desprevenidos, entre los propios ciudadanos encontramos la forma de ayudarnos unos a otros a pesar del mal manejo de la autoridad.


Frente a la tragedia de Otis, diversas son las omisiones de la autoridad. Primero, se informó tarde a la población. Según el Dr. Michel Rosengaus. quien dio seguimiento a los boletines del Centro Internacional de Huracanes y construyó una línea de tiempo: 102 horas antes del impacto en tierra firme, se formó un disturbio atmosférico (tormenta tropical) que parecía dirigirse a zona marítima; 90 horas antes ya se sabía que esta tormenta tropical impactaría Acapulco; 36 horas antes se intensificó rápidamente para convertirse en huracán categoría 2; 24 horas antes llegaba a categoría 3 y 18 horas antes se sabía que impactaría Acapulco con categoría 5. El Dr. Rosengaus afirma que el seguimiento a los modelos numéricos debe monitorearse con lo observado en estaciones meteorológicas terrestres y comprobar la intensificación.  Es un trabajo metódico al que se debe prestar toda atención porque de la información que se obtiene dependen vidas humanas.


Segundo, no se ha invertido lo suficiente en protección ante estos fenómenos. El sistema de radares meteorológicos actualmente sólo tiene cuatro funcionando. En el anterior sexenio llegamos a tener 13 y resultaban insuficientes. La proyección más conservadora, a partir de la intensificación de estos fenómenos hidrometeorológicos debido al calentamiento global y el riesgo que corre México, considera que necesitaríamos al menos 18 radares en perfecto funcionamiento. Cita el especialista que España cuenta con 14 radares y que algunas comunidades autónomas cuentan con su propio sistema de monitoreo. A partir de este dato podemos ver que resulta incongruente e insuficiente la poca inversión realizada en México en estas tecnologías en función del grado de riesgo.


Tercero, vemos hoy, con claridad, la consecuencia de seguir utilizando combustibles fósiles. Para Simone Lucatello, del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, hace falta incrementar las advertencias por parte de la red mexicana de científicos por el medio ambiente. Es necesario que las universidades y los institutos que realizan investigación ambiental levanten la voz y enciendan la alarma respecto a estos fenómenos que serán de mayor intensidad y frecuencia. En este mismo sentido Gustavo Ampugnani, Director Ejecutivo de Green Peace, hace énfasis en que fenómenos como éste resultan de cambios de la temperatura superficial de los océanos y no hay que olvidar que este año estará presente el fenómeno ambiental conocido como “El niño”.


Para estos casos la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ha puesto a consideración de los gobiernos la experiencia adquirida en varias partes del mundo. Destacan, entre otras, la obligación de incorporar la participación social en el proceso de toma de decisiones, en la planeación de la restauración de todas las zonas afectadas por deforestación de bosques y selvas o desecación de manglares; el establecimiento de un cronograma de actividades; el fortalecimiento del diálogo con los actores locales para guiar las acciones con su experiencia directa. Es necesario construir una deliberación pública para establecer la estrategia local, es menester generar confianza para lograr las metas, aumentar la responsabilidad en la integración de políticas públicas, con acceso a la información pública y divulgación de los criterios de reconstrucción después de una tragedia, invertir en evaluación y rendición de cuentas. La OCDE destaca que la piedra angular de estas acciones es la planeación multisectorial.


Quiero destacar un aspecto fundamental. Como sociedad debemos tener claro que estos fenómenos ocurrirán, cada vez más frecuentemente, y en lugares, a veces inesperados. En este sentido, estimadas lectoras y lectores, les pregunto: ¿conocen los riesgos de la ciudad en la que viven, de su colonia o de su casa? En caso de emergencia, ¿saben dónde están los refugios para protegerse?, ¿tienen un plan familiar de emergencia?, ¿saben a quién recurrir en caso de ser necesario? 


Y en el caso que ahora analizamos, ¿toda la culpa de la tragedia humana será de la naturaleza?, ¿o deben existir responsables por la incapacidad de alertar con un plan de emergencia antes de la llegada del fenómeno y con apoyo para trasladarse a refugios, así como la indiferencia para otorgar auxilio posterior a las víctimas? ¿Qué pasa con el raquítico apoyo del gobierno federal, la ausencia de la gobernadora y de la presidenta municipal?, ¿Por qué se limitó la declaración de emergencia a sólo dos municipios cuando son 47 los afectados? Y, finalmente, ¿por qué los diputados de Morena no establecen un fondo especial para la reconstrucción de Guerrero, específicamente del puerto en el que se desarrolla más de la mitad de la actividad económica estatal?


No quiero despedirme sin dejar de exhortarlos a que donen.  Cualquier ayuda es buena en esta emergencia.  Especialmente productos de limpieza.  La Cruz Roja, organizaciones ciudadanas o instituciones de educación superior son intermediarios confiables.  La división que sufrimos no puede reducir nuestras muestras de solidaridad.