La República de Weimar, lecciones de un experimento democrático alemán.

Arturo Argente

La República de Weimar, lecciones de un experimento democrático alemán.

El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que el mundo se empieza a parecer de manera preocupante al de las décadas de los veinte y treinta del siglo XX, donde había estados débiles, diversos atentados a las democracias y un sistema multilateral incapaz de frenar las crisis económicas y políticas de extrema violencia. La república de Weimar nació con la necesidad de acabar con los problemas del pasado alemán después de la histórica derrota en la primera guerra mundial. Entre ellas no sólo estaba la deliberación y el acuerdo de paz de Versalles, que incluía excesivas divisiones territoriales, reparaciones económicas, así como discriminaciones que amenazaban su existencia.  El 6 de febrero de 1919, apenas tres meses después del fin de la Primera Guerra Mundial, una convención constituyente se reunió en la pequeña ciudad de Weimar, en el centro de Alemania, con un objetivo: proclamar una constitución democrática e instaurar un régimen parlamentario en el territorio del extinto Imperio Alemán.


La nueva "República de Weimar", como fue conocida extraoficialmente, intentó navegar en un período marcado por el colapso económico potenciado por el crack del 29′ y el surgimiento de fuerzas extremistas de derecha e izquierda que continuamente debilitaron el poder de sus instituciones. Esta constitución fracasó trágicamente.  El 11 de agosto de 1919 la constitución de Weimar dio inicio formal a un estado que adoptó el sistema parlamentario, que permitió la participación de un gran número de pequeños partidos políticos en el parlamento alemán (Reichstag). Esta vulnerabilidad fue aprovechada por los nazis y sus fuerzas de choque en los años de su ascenso al poder. En este contexto, los conservadores liderados por Hindenburg finalmente llegaron a un acuerdo con el nazismo y Hitler fue nombrado Canciller dentro de la legalidad y legitimidad del sistema.


En 1933 nace la Ley Habilitante, un instrumento que permitió al entonces canciller Adolf Hitler convertirse en dictador, marcó la disolución del proyecto que había generado esperanzas y odios por igual. Lo que siguió fue la consolidación autoritaria del Partido Nacional Socialista del Obrero Alemán (nazi), su expansión militar por toda Europa, la masacre de millones de minorías y finalmente la destrucción extensa de Alemania concluida en 1945. Con la Ley Habilitante de 1933 Hitler absorbió también los poderes del presidente y se hizo proclamar Führer, poniendo fin definitivo a la República de Weimar.


La Constitución de Weimar nos advierte sobre riesgos similares que tenemos en México en la actualidad. Hoy tenemos a la ONU que es incapaz de resolver la violencia entre Israel y Gaza y vemos personajes que golpean a la democracia desde adentro, como Donald Trump, Daniel Ortega, Nayib Bukele, Nicolas Maduro y López Obrador, entre otros. Estos son gobiernos poco comprometidos con el Estado de Derecho, colocan subjetivamente a la justicia social sobre la ley, atentan a la consolidación de las instituciones del Estado que fomentan el populismo, la corrupción y fomentan la polarización y la crispación política.  Se vive en un ámbito donde predomina la desesperanza, la angustia y la decadencia, se privilegia tener la razón sobre el diálogo y la verdad. Ningún actor está preocupado por consolidar la democracia, pero sí por la lucha por el poder político.


Las democracias están en riesgo y no atender esta situación a tiempo mete a los países y sociedades en crisis de los cuales es muy difícil salir. La historia de Weimar es una lección permanente sobre los riesgos de las democracias en el mundo. No se puede seguir privilegiando una agenda de corto plazo y control político.  Al final como en la existencia de todo hombre, el nacimiento de la República de Weimar estaba implacablemente marcado por su trágico final. El nacimiento aboca al fin.