Polarización permanente

Ricardo Joya

Polarización permanente

El estado de ánimo no es el mejor. Hay, en el fondo de muchas personas, un deseo de revancha; un gusto por ver "a los otros" derrotados. Lo que se haya logrado ya no existe, ahora sólo hay un interés: que nada del pasado –ese que ha sido señalado como responsable de nuestros problemas- sobreviva y que se erija algo "nuevo"… aunque no se tenga la certeza de qué.

La permanente descalificación de las instituciones que se habían creado durante muchas décadas atrás, parece ser el signo de la nueva época. El cambio de régimen en el país ha traído consigo una nueva narrativa desde el poder que busca, a toda costa, descalificar a quienes piensen diferente y subrayar e insistir en que los problemas de ahora son consecuencia de todo lo que se hizo en el pasado.

Se denuncian –como si fueran delitos- las relaciones y las formas de vinculación que en los últimos 30 años definieron la vida pública del país; pero no ha habido acción jurídica en contra de los probables responsables, a menos que haya alguien que los delate o –quizá- si en la consulta pública del próximo año, "el pueblo sabio" decide que se les juzgue y, eventualmente, se les castigue.

El marco legal parece colocado en segundo plano, porque más vale "medir" (y mantener) el enojo de la gente y avivar el deseo de castigo, el ánimo de revancha. Que no se pierda el Discurso –con d mayúscula- contra la corrupción, en el que las opiniones, creencias, juicios e ideologías determinen el rumbo de lo que "deberá" hacerse, con el fin de mantener la popularidad y –naturalmente- preservar el poder.

Y ahora parece que el país, más que nunca, se encuentra en una batalla permanente entre "buenos y malos"; entre quienes consideran que las decisiones deben ser mejor analizadas o aquellos que desean todo "rápido" sin reflexionar, con el único afán de demostrar quién tiene mayor fuerza.

El diálogo parece anulado y la posibilidad de conocer, evaluar y determinar –en conjunto, como sociedad- las decisiones, se encuentra agotado. Y el triunfo parece estar definido por quienes gocen de popularidad y no necesariamente porque aporten las mejores razones. Sencillamente quienes opinen distinto a lo que decidan las y los "líderes" es lo que se descalifica "de facto", aunque la determinación pudiera provocar más daños que beneficios.

Esta polarización a nada buena podrá conducir, porque no se trata de decidir algo banal y porque una batalla de "buenos contra malos" entre miembros de una misma comunidad, siempre provocará más pérdidas que ganancias.