Mi día del niño

Martha Nava

Mi día del niño

Esta vez quiero compartir una bella y fuerte experiencia que viví este 30 de abril. Pertenezco a un grupo de más de 16 mil mujeres donde además de ventas y apoyo, ocasionalmente colaboramos con "causas" por decirlo de alguna manera. Para este día del niño se planeó una colecta de juguetes y lonches para entregar en dos hospitales. Debo confesarme, no soy amante de los niños, sin embargo sentía un alto grado de responsabilidad por el papel que desempeño dentro del grupo ya que soy parte del equipo de administradoras, y por supuesto que dije que sí.

El recorrido y todo lo necesario para las entregas iniciaba a las 8 y reconozco que no soy fanática de levantarme temprano. Entonces entenderán que no estaba siendo mi evento favorito, pues se estaban rebasando mis "límites de comodidades". Sí, ya sé, este parece más un confesionario que otra cosa, pero el primer paso es reconocer nuestros errores ¿no?

Llegué a casa de Jaz, encargada de coordinar el evento, para ver a tres mujeres trabajando en terminar de hacer las bolsas de los lonches para los niños, dos de ellas con trabajos fijos que iniciaban a las 9am pero no les importó llegar tarde, su corazón quería ayudar a la causa y sus manos se pusieron a la obra. Salimos a las 9 en punto corriendo para el primer hospital, al llegar la escena fue conmovedora había muchos niños afuera esperando a su mamá, a su papá o a un hermano, descargamos las cosas y les dejamos un poco a los niños que esperaban noticias fuera del nosocomio, había desde bebés de brazos hasta niños que ya podría calificar de adolescentes, la realidad es que no discriminamos había un poco para todos.

Nos fuimos corriendo al segundo hospital a dejar algunos juguetes, una chiquita representante del grupo de niños que ahí se encontraban fue la encargada de recibir nuestro regalo, tal vez su cabello era escaso pero su sonrisa era hermosa y eso, eso la hacía perfecta.

Regresamos el primer punto y fue complicado, por decir lo menos, ver como un chiquito de unos 4 años no tenía suficiente aire para darme las gracias, mucho menos para decir cual de todos los superhéroes escogía, o ver a un pequeño de menos de dos años con oxigeno y una sonda saliendo de su brazo. "No es justo, la vida no debe ser así, ellos tendrían que estar corriendo o jugando" era lo único que podía repetir mi cabeza mientras recorríamos el laberinto de dicho lugar, y no me mal entiendan, no era lástima, era coraje e impotencia porque en efecto no podía hacer nada por ellos.

Cindy –que nos acompañó al recorrido- me dijo "Mar ¿cómo es que no lloraste?", simplemente subí los hombros. Mi estómago estaba encogido, mi corazón chiquito, chiquito y mi espíritu completamente enmarañado. Y es de reconocer, cada uno de los niños que está ahí, por el motivo que sea, son guerreros, porque son ellos los que con una sonrisa sostienen el espíritu de su mami mientras arrastran el perchero de su suero o de su quimio; son ellos los que con un abrazo recomponen al papá que esperaba ansioso afuera por entrar a verlo después de su jornada laboral, porque para ellos no importa el dolor o el malestar para ellos su mundo es esa persona que está ahí fingiendo no derrumbarse, ese ser que se duerme sentado a su lado esperando hoy como ayer, que sea el último día en hospital.

Puedo decir, con todo orgullo, que conocí verdaderos guerreros. Personajes que sin una palabra me cambiaron la forma de pensar y me convirtieron en otra persona, son magos de todas las edades desde pequeños niños hasta mamás y papás, porque a pesar de todo eso que están viviendo, a cada una de nosotras nos regalaron una sonrisa.

Twitter: @Mar_Naa