Pocas veces despierta tanto interés la presentación de un paquete económico como el primero de un nuevo gobierno, lo he dicho en múltiples ocasiones, el paquete económico es un planteamiento eminentemente político toda vez que proyecta el sello que cada gobierno quiere dejar como huella distintiva.
Sin embargo, particularmente el paquete económico de la primera presidenta de México, con las especulaciones sobre su eventual distanciamiento del perfil obradorista o la réplica fiel de lo que ha sido un cuestionable uso del presupuesto público, con las condiciones actuales y las de un 2025 que no será complejo, sino perturbador, no solo capto el interés de los especialistas económicos y financieros de México, sino del entorno internacional.
Siendo objetivos, las presiones del actual gobierno no han sido menores, nadie esperaba que presentaran un paquete económico que decidiera en un cálculo pragmático reducir el gasto social o reducir el gasto de PEMEX para convencer al mundo de la solidez de las finanzas públicas de México, del uso de la técnica pura para proyectar estabilidad fiscal y confianza en los mercados, la presentación de una base seria, casi pesimista sobre las expectativas de recaudación, pero ciertamente se esperaba moderación, una especie de conexión con la realidad, con argumentos validos como el desafío que plantea la revisión del TMEC, el cambio den la política comercial con Estados Unidos, el encarecimiento de los costos de producción por los conflictos globales, hasta el impacto negativo del cambio climático, es decir, razones de sobra tenemos para ser conservadores.
Lamentablemente el mensaje que se da es el de un paquete económico que seguramente transitará sin cambios en el congreso que se construye sobre supuestos poco realistas. Uno de los pilares del Paquete Económico 2025 es una proyección de crecimiento económico de entre 2% y 3%, si bien esta proyección es 0.5 menor a la proyectada para el 2024, se ubica muy por encima de lo que anticipan los financieros independientes que no pasa del 1.5, por ejemplo. ¿Y porque son tan pesimistas quizá se pregunte?, porque predomina el escenario catastrófico de lo que podría significar la llegada de Trump a la Presidencia de Estados Unidos y lo mal parados que nos encuentra esta circunstancia, empezando por el eventual encarecimiento de la deuda pública y la caída en la inversión productiva, que para el 2025 el gobierno la reduce en un 14%, sin inversión no hay suficiente empleo y sin empleo se deprimen los ingresos y se reduce el consumo.
El paquete prevé un aumento de la recaudación tributaria de 2.6% en términos reales, alcanzando un récord del 14.6% del PIB sin crear nuevos impuestos ni modificar los existentes, propone alcanzar este objetivo a través de estrategias de digitalización fiscal y mecanismos de fiscalización más estricta. Sin embargo, aunque se busque recuperar la mayor parte de los impuestos aún pendientes de pago para el gobierno, para que se ingrese mas recursos por esa vía, las empresas deben producir más o deben de surgir más empresas, o más personas debemos tener empleos formales o consumir más en el mercado formal.
El alto costo financiero de la deuda, que alcanzará un nivel de 51.4% del PIB, es otro aspecto que subraya la fragilidad del plan. Si las proyecciones de crecimiento no se cumplen, las presiones sobre el gasto público, incluyendo la asignación para programas sociales, podrían traducirse en tempranos recortes presupuestales que afectan la operación de las dependencias y el cumplimiento de los compromisos con los ciudadanos, claro, hay de compromisos a compromisos, por ejemplo, en un escenario de incumplimiento, México podría enfrentar una revisión negativa en su calificación soberana, lo que encarecería aún más el servicio de la deuda, por lo que puede recortarse casi cualquier cosa menos el pago de la deuda.
El déficit fiscal proyectado, aunque menor que el de 2024, se ubica en 3.9% del PIB, lo que sigue siendo elevado para un año sin elecciones federales. Este nivel genera dudas entre los inversionistas sobre la capacidad del gobierno para reducirlo sin afectar áreas clave, sobre todo si al observar la estructura del plan, se observa una apuesta por mantener programas prioritarios como las pensiones (que por si mismas absorben más de 1.5 billones de pesos) y las transferencias sociales (865 mil millones de pesos), pero estos compromisos no vienen acompañados de un fortalecimiento claro en sectores productivos.
Mención aparte tiene el presupuesto propuesto para inyectarlo a PEMEX y CFE, para el 2025, acorde con el Plan Nacional de Energía se destinará un presupuesto histórico de 545,471 millones de pesos, lo que representa un aumento del 10.6% respecto al 2024, más del 50% de esos recursos se destinarán a proyectos de generación de energía eléctrica, y un porcentaje menor al mantenimiento de la infraestructura de distribución y transmisión. Sin embargo, se redujo el presupuesto para proyectos como CFE Telecomunicaciones e Internet para Todos, reflejando ajustes en las prioridades estratégicas del sector eléctrico.
En el caso de PEMEX, su asignación se reduce en 7.5%, alcanzando los 464,255 millones de pesos. Adicionalmente, el gobierno transferirá 136,000 millones de pesos para cubrir deudas y obligaciones financieras de la petrolera, que hoy en día tienen un acumulado de 97,300 millones de pesos, lo que le deja menos de 40 mil millones de pesos para mantener la producción actual de petróleo, lo que pone en riesgo la estabilidad financiera tanto de la empresa como del país, sobre todo ahora que se ha reconocido como empresa pública.
El financiamiento continuo a empresas estatales como PEMEX genera presiones fiscales significativas. Las calificadoras de riesgo han advertido que la dependencia de estas empresas de recursos públicos afecta la percepción internacional sobre la salud financiera de México.
Concluyo con otros supuestos a partir de los cuales se construye el escenario de ingresos que soportan la propuesta de gasto, tipo de cambio en rangos de entre 17.80 y 18.00, inflación de 3.3% o tasa de interés en 7%, también afectan la credibilidad de la propuesta y anticipan micro y macroajustes presupuestales a los largo del año.
Estamos acercándonos al cierre del 2024, con todo lo que nos representa el fin de año, más allá de la evaluación de lo alcanzado y lo que está pendiente, el descanso y la cercanía con los nuestros nos ayuda a renovar nuestra confianza en el futuro que nos entrega otra pagina en blanco para empezar de nuevo, pero mejor pecar de pesimistas y recibir la grata sorpresa de los rendimientos generados, que tener una fe ciega que nos desborde y nos obligue a corregir dolorosamente el rumbo a la mitad del recorrido, ¿no cree usted?.