La protesta sin patente

Oscar Glenn

La protesta sin patente

Ojalá


Por @OscarGlenn


Lo ocurrido el día sábado con la marcha instada por la llamada "Generación Z" tenía desde antes de ocurrir una serie de episodios previsibles , empezando por las descalificaciones que ya le habían recetado desde la trinchera gubernamental y política pro oficial, tratando ganar la narrativa y colocar la idea que no eran auténticamente jóvenes quienes se movilizaban, sino adversarios políticos oportunistas, cuestionando adicionalmente una real preocupación por los problemas del país y por el dolor de los uruapenses y michoacanos, tras el asesinato del Presidente Municipal, Carlos Manzo, sólo faltaba quizá conocer la dimensión de la movilización, los activistas y causas anexas que se dejarían ver.


Era previsible también que tras el amurallado metálico instalado en el entorno de Palacio Nacional y en el perímetro de la plancha del Zócalo capitalino, como una monumental provocación, habría un grupo de manifestantes fúricos tratando de horadar esa protección y dejar huella destructiva en algún inmueble institucional al alcance, asumiendo el riesgo de ser repelido y dar pretexto para que los elementos del orden arremetieran contra los demás activistas por más actitud pacifista que mostraran, los cuales terminarían maltrechos, intimidados y quizás con pocas ganas de volver a protestar en esos espacios.


Entre los manifestantes era quizá previsible el riesgo de marchar en la CDMX frente a un espacio amurallado y de ser infiltrados por provocadores, el cual asumieron como su única opción de hacerse presentes y contrastar las descalificaciones gubernamentales, para luego nuevamente intentar ganar la narrativa de los hechos y demostrar la legitimidad de las movilizaciones, evidenciando además que la patente de las protestas no la tiene el partido en el poder, por mucho que las hubiera utilizado en sus tiempos de oposición. Los inconformes podrían tener y consiguieron elementos para señalar al gobierno de opresor, insensible e incapaz.


Este evento es una secuencia de hechos desafortunados para México, en donde el gobierno federal y el partido en el poder perdieron una buena oportunidad de mostrar ese humanismo y empatía que solo pregonan, pero que en los hechos olvidan, acaso logró que por una temporada se dejarán de lado temas como el huachicol fiscal, la corrupción heredada o el mega endeudamiento y el debate sobre la presunta desatención presupuestal de rubros que se pensarían prioritarios como el sector salud.


En la autocomplacencia, la cúpula política cercana a la presidenta parece estar reforzando su convicción que sólo sus protestas y sus causas son válidas, olvidando que ya no son oposición sino autoridad y con ello tienen el DEBER DE RESOLVER, de escuchar antes de descalificar, de respetar antes de estigmatizar y exponer ilegalmente a quienes protestan.


Tenían todo, conocían el escenario, pero sabiendo quizá que se acumulan los problemas, en su misma perorata de descalificación evidenciaron mucha preocupación por el tamaño de la movilización, que, dicho sea de paso, se replicó en cerca de 50 ciudades más. Si la presidenta es fuerte, tiene hoy apoyo popular y además tiene derecho a exigir respeto, quizá deba mostrar también más disposición para escuchar.


Escuché decir en la plaza pública a alguno de los manifestantes que “los enemigos de la presidenta realmente son quienes están cometiendo errores o abusando de su poder y sus cargos, provocando la indignación y el reclamo social”. Coincido.


Hoy al abordar el tema en la conferencia matutina la mandataria advirtió: ¿Creen que van a debilitar a la presidenta por lo que gritan?, no. ‘¡Más fuerte soy, más fuerte!’. ¿Ustedes creen que esos gritos y leperadas me van a hacer algo?, ¡no!”


Ojalá la Presidenta en su reflexión íntima llegara a entender que, si se le necesita fuerte, y las movilizaciones como la reciente, la intención no parece ser debilitarla, sino de sensibilizarla para que use su fuerza gobernando para todos, atendiendo las súplicas y ampliando su visión sobre las exigencias del país, ante la evidencia de todo lo que se ha hecho mal y lo insuficiente de muchas acciones.