Opiniones

¡Que buenos dichos mexicanos!

¡Que buenos dichos mexicanos!

Politizoom
Opinión y análisis de Ismael Garduño 

 


Al parecer los mexicanos no necesitamos ninguna ley, ni constitución, código o manual de convivencia.   Para nuestra subsistencia y desenvolvimiento en sociedad, nos basta una buena colección de dichos para justificar cualquier acción, tapar errores o convertir la mediocridad en sabiduría ancestral.   Porque en este país tan alegre en el que nos tocó vivir; si alguien llega tarde, es porque “al que madruga, Dios lo ayuda”… pero si llega temprano y le va mal, “no por mucho madrugar amanece más temprano”.  Es decir, haga lo que haga, usted puede estar bien… o mal, y de todos modos un dicho lo avala o lo desacredita.


Empecemos con uno de los favoritos del conformismo popular: “Más vale malo por conocido que bueno por conocer”. ¡Ah, qué bello canto a la mediocridad! ¿Por qué arriesgarse, cambiar, innovar o evolucionar, si puedes quedarte con tu situación tóxica, tu trabajo miserable o tu gobierno corrupto?  Este dicho es el equivalente a decir: “No te quejes, podría ser peor, y además ya te acostumbraste”. En otras palabras, hacemos de la resignación nuestra sabiduría popular.


Otro clásico: “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. Una frase que pretende impulsar la productividad y la alerta constante, pero que ignora convenientemente que a veces la corriente se lleva al que nada con más entusiasmo.  Porque en este grandioso país, muchas veces los más vivos no son los que trabajan, sino los que saben colarse, hacer trampa, o caerle bien al jefe. Así que el camarón, por más despierto que esté, acaba en el mismo cóctel.


Y qué decir de “El que nace pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”.  Nada como un poco de determinismo para arruinar la autoestima. Este dicho es la versión mexicana de “no importa cuánto te esfuerces, tu destino ya está escrito y no puedes escapar de él”. Pero claro, se dice con un tono tan folclórico y simpático que casi no duele.


Ahora bien, si hablamos de manipulación emocional, “Calladita te ves más bonita” se lleva la corona. Aquí no hay ambigüedad: cállate, obedece, sonríe. Este dicho es un homenaje al machismo sutil, ese que se disfraza de caballerosidad, pero que al final exige silencio y sumisión. Y aunque muchos ya lo cuestionan, sigue saliendo en sobremesas y comentarios de tía “con buenas intenciones”.


Hay también dichos diseñados para justificar el desorden y la impunidad. ¿Quién no ha oído “El que no tranza, no avanza”? Esta joyita no solo refleja la corrupción normalizada, sino que la convierte en virtud. Porque el problema no es hacer trampa, sino no saber hacerla. Y si a alguien le indigna esta mentalidad, basta responderle con un clásico: “Así es México”, como si el cinismo fuera parte del paisaje natural.


Pero no todo es tragedia en el refranero mexicano. También hay lugar para el absurdo poético, como en “Cuando el río suena, es porque agua lleva”. Ah, la lógica circular: si hay rumores, algo de cierto deben tener. Así que no importa si la chismeada es falsa, hiriente o malintencionada. El dicho la valida. Es la versión oral del “yo nomás digo”, perfecta para sembrar cizaña con elegancia.


Y no olvidemos el maravilloso “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.  Con este dicho, el mexicano resuelve cualquier traición con filosofía fatalista. ¿Te traicionó tu amigo, tu hijo, tu socio? No te preocupes: era de esperarse. Cría cuervos. Tú los criaste. Te aguantas. El dicho, una vez más, actúa como ungüento moral para evitar la confrontación, el análisis y la autocrítica.


Uno pensaría que con tanta “sabiduría popular”, México sería un país ejemplar. Pero tal parece que estos dichos no se usan para guiar conductas sino para justificar errores. Son excusas disfrazadas de consejos, son refranes que, como camaleones, se adaptan a cualquier situación, siempre listos para cerrar una conversación con autoridad incuestionable.


Porque si algo tienen los dichos mexicanos es eso: son verdades inapelables, aunque se contradigan entre sí. ¿Quieres justificar tu pasividad? Usa “El que espera, desespera”. ¿Quieres justificar tu impulsividad? Usa “Más vale pedir perdón que pedir permiso”. ¿Te fue mal por confiar? “Piensa mal y acertarás”. ¿No confiaste en nadie y perdiste una oportunidad? “El que no arriesga, no gana”. El menú es variado, y hay uno para cada situación.


¿Y qué pasa cuando algo sale bien? Pues claro: “Dios aprieta, pero no ahorca”. O sea, no fue tu esfuerzo, tu preparación o tu talento. Fue que Dios, en su infinita misericordia, decidió no destruirte completamente.


Sin duda los dichos y refranes forman parte de nuestra tradición popular; solo hay que tener cuidado y definir si estos mensajes trasmiten o refuerzan el conformismo o resignación.  Sería importante incentivar que en lo hogares y en las aulas se analice con detenimiento lo que se dice cotidianamente.  La palabra y el lenguaje constituyen un arma ponderosa de anclaje o de desarrollo dependiendo de si revisamos o no lo que damos por sentado.  Los dichos son como espejos del alma colectiva, si no los cuestionamos probablemente estemos siguiendo o repitiendo patrones antiguos. Reinterpretarlos, confrontarlos o transformarlos puede ser una herramienta educativa, cultural y política para romper con el conformismo y construir una sociedad consciente y proactiva.  Mientras tanto “no hay mal que por bien no venga”.