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Derecho a la competencia: Cuando la pelota merece jugar limpio

Derecho a la competencia: Cuando la pelota merece jugar limpio

-Lumbreras

A menos de un año para que el mundo vuelva a girar alrededor de un balón —esta vez entre México, Estados Unidos y Canadá— la ilusión del futbol parece contrastar con la realidad del juego en nuestro país.


Mientras que para miles de jugadores la Copa del Mundo representa el pináculo de sus sueños, en México, el futbol nacional enfrenta un desafío tan grave como silencioso: la cancelación del ascenso y descenso.
Desde que la pandemia de COVID-19 obligó a repensar las estructuras deportivas, la Federación Mexicana de Futbol (FMF) y la Liga MX decidieron suspender el sistema de ascenso y descenso, bajo el argumento de una crisis financiera en la Liga de Expansión.


Sin embargo, a cinco años de aquel momento, las consecuencias son evidentes: menor competitividad, menos oportunidades y un ecosistema deportivo que excluye a clubes modestos, pero comprometidos.


No es casualidad que varios equipos de la Liga de Expansión hayan acudido al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), buscando retomar el camino de la promoción en la temporada 2026-2027. El reclamo no sólo es justo; es urgente.


Lo que comenzó como una decisión interna ha escalado al terreno legislativo. Integrantes del grupo parlamentario de Movimiento Ciudadano han levantado la voz, señalando que el futbol, por su influencia social y cultural, no puede depender de decisiones privadas sin contrapesos.


Consideran que la falta de ascenso y descenso no solo atenta contra el espíritu deportivo, sino que compromete el derecho colectivo a la competencia. Sin embargo, esta discusión no debe quedarse sólo en buenos deseos.


El futbol profesional, aunque ésta regulado por entidades privadas, requiere políticas públicas que lo orienten hacia el bien común, por tal motivo los legisladores tienen ante sí la posibilidad de reformar, entre otras, la Ley General de Cultura Física y Deporte, para establecer mecanismos que garanticen la promoción de clubes, y con ello, el desarrollo equitativo del talento nacional.


Otro punto crítico es la procedencia del dinero que circula en algunas franquicias. Si se quiere un futbol limpio —como el que Diego Maradona soñó cuando pidió que “la pelota no se manche”—, es vital establecer filtros claros: auditorías obligatorias, criterios públicos de certificación de clubes, y sanciones ejemplares ante irregularidades que comprometan el interés público.


En este modelo sin ascenso, el mérito deportivo ha sido desplazado por la capacidad económica. Regiones con vocación futbolera, pero sin visibilidad mediática ven apagados sus sueños. Y aunque la Liga de Expansión debería ser un semillero de talentos, lo cierto es que, sin incentivos reales, se convierte en una sala de espera infinita.


La pelota sigue rodando, pero no siempre hacia el lado correcto de la cancha. En tiempos donde el futbol mexicano se juega también en tribunales y congresos, la verdadera victoria sería devolverle a la cancha lo que unos cuantos le quitaron: el derecho a competir.


Porque cuando el juego se hace con pasión, talento y esfuerzo —y no por arbitrariedad— entonces sí, la pelota nunca se mancha.