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El oficialismo se posiciona en el Estado de México de cara a las elecciones de 2024

El oficialismo se posiciona en el Estado de México de cara a las elecciones de 2024

Con los datos preliminares de las elecciones estatales del domingo 4 de junio, la candidatura común, encabezada por el partido Morena, ganó la gubernatura del Estado de México y derrotó a la alianza electoral PRI-PAN-PRD-NA por más de ocho puntos. Triunfar en el Estado de México, la entidad con la mayor cantidad de electores (12.7 millones) y donde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha gobernado por más de 90 años, refuerza los éxitos de Morena, que ya cuenta con 23 entidades federativas. De esta manera, el oficialismo se posiciona como favorito para la elección del año que viene, cuando se renovará el poder Ejecutivo, el Legislativo federal, diferentes gubernaturas, Congresos locales y las presidencias municipales.


La elección del Estado de México fue una demostración de cómo los partidos políticos se saltan las normas y compiten por el poder dentro y fuera de los plazos legales. La competencia por la candidatura del Estado de México se inició abiertamente hace más de un año, fuera de cualquier plazo legal. Los candidatos que aspiraban a la gubernatura, profesionales de la política, se promocionaron con pintas de bardas, propagandas con sus imágenes y entrevistas en medios de comunicación, entre otros recursos.


Al no llamar al voto ni hablar de su verdadera aspiración, no hubo sanción de las autoridades electorales. Tampoco se tiene conocimiento de dónde salieron los recursos, ni hay un estimado de la cantidad de dinero utilizado para dichas promociones. Lo paradójico es que la legislación define los límites para las precampañas, en las que pueden participar los aspirantes a la candidatura, el límite del dinero que se puede gastar y el acceso a los medios de comunicación.


Para la elección, solo se habían registrado dos precandidaturas únicas, la que encabezaron, por un lado, Morena, junto con el PT y PVEM, y la opción del PRI y sus aliados. Los partidos dejaron la etapa de precampaña sin competencia interna; en cambio, toleraron las promociones de algunos de sus militantes fuera de los plazos legales.


Desde el inicio de las campañas, las diferentes mediciones de intención del voto marcaron una ventaja para la candidata de Morena, Delfina Gómez, sobre la candidata del PRI, Alejandra del Moral. El margen entre las encuestadoras varió desde un supuesto empate técnico con una diferencia del 3% hasta una ventaja de Morena de 30 puntos.


Los resultados de las encuestas fueron parte de la narrativa de la campaña. Sin embargo, hay tres datos que fueron consistentes en las mediciones. El deseo de cambio (alternancia), el rechazo a votar por el PRI, la valoración hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador y la baja valoración del gobernador Alfredo del Mazo Maza.


Con esta información, las campañas fueron poco disruptivas, aun cuando se presentaron campañas negativas en las redes sociales. La candidata puntera, Delfina Gómez, se dedicó a administrar su ventaja, mientras que la candidata que ocupaba el segundo lugar, Alejandra del Moral, intentó sin éxito presentarse como un cambio al Gobierno y al partido al que pertenece. En los dos únicos debates realizados no hubo confrontaciones mayores, ni de sus propuestas ni de sus trayectorias políticas. Los partidos políticos y la autoridad electoral habían decidido que los debates fueran en formatos rígidos, en los que las candidatas se dedicaron a leer la mayoría de sus mensajes.


El resultado de la elección deja retos importantes para los partidos políticos. El PRI no ha llevado adelante, de momento, una autocrítica que le permita un diagnóstico de sus derrotas recientes. Tampoco se visualiza una ruta que le permita ser competitivo a corto y a mediano plazo. Los líderes prefieren llenar auditorios y culparse unos a otros antes que refundarse como partido político.


La alianza con sus anteriores adversarios políticos, el PAN y el PRD, no deja de ser coyuntural y electoral. Para Morena, el reto inmediato es conciliar el comienzo de un Gobierno diferente al PRI, a la par de la efervescencia política por las candidaturas de la elección del próximo año. Morena tiene una herencia de la izquierda política mexicana, el faccionalismo, que se traduce en una intensa lucha interna entre las diferentes corrientes que muchas veces prefieren perder la elección a apelar a la unión con facciones opuestas.


En política, es complicado ganar elecciones, pero, sobre todo, si se tiene adversarios dentro del propio partido.