Hace un año, la mayoría de los electores -aunque no de los ciudadanos- decidieron apoyar la idea de un cambio de régimen, con la esperanza que trajera cosas buenas, principalmente para los históricamente menos favorecidos, pero aún cuando hay resistencia al cambio, esto no necesariamente debería representar más polarización, lamentablemente ese ha sido el tono.

Cierto es también que una transformación no se concreta en medio año de gobierno, pero a nadie se puede culpar de impaciente, cuando fue el propio mandatario quién estableció los tiempos de referencia y después los cambió.

Más que impaciencia hay preocupación ni la ley ni el sentido común -que tanto invocó el entonces candidato- sean la base de muchas de las acciones del hoy gobernante.

Ojalá que más allá del festejo a un año del triunfo, venga la reflexión y la sensatez sin resentimiento para gobernar.