El Palacio de Lecumberri es un edificio de grandes dimensiones, anteriormente una prisión, ubicado al noreste de la Ciudad de México, que actualmente alberga el Archivo General de la Nación. Conocido en la cultura popular como El Palacio Negro de Lecumberri, fue erigida durante el Porfiriato, funcionó como penitenciaría desde 1900 hasta 1976.
El edificio dejó de funcionar como prisión en 1976 y fue cedido al Archivo Nacional del país en 1980. Esta cárcel atestiguo casos extraordinarios como la fuga de una banda de narcotraficantes liderados por el cubano Alberto Sicilia Falcón por un túnel que daba hacia una casa cercana a la prisión.
La sobrepoblación y corrupción al interior convirtieron a esta cárcel en sitio de purgación, terror y sometimiento. Lecumberri alojó a maleantes e inocentes, también presos políticos, algunos de ellos plasmaron las infamias que se vivían al interior. Desde el mítico Pancho Villa, el cantante Juan Gabriel, el muralista David Alfaro y hasta los líderes del Movimiento estudiantil de 1968.
Además de los anteriores, varios novelistas y poetas también habitaron en sus celdas, dando como resultado algunas de las obras más esclarecedoras sobre lo que sucedía al interior del Palacio Negro de Lecumberri, así como de sus presos; José Revueltas, escribe El apando, en el año de 1969. Es una novela corta que encierra la sensación y realidad que se vivía al interior de una prisión que para ese entonces ya sufría de sobrepoblación; José Agustín, escribe en 1973 Se está haciendo tarde (final en laguna). José Agustín escribió esta obra tras ser detenido y encarcelado por supuesto tráfico de drogas. Años más tarde José Agustín publicó en 1984, El rock de la cárcel, obra autobiográfica que relata su paso por la prisión; Luis González de Alba, Los días y los años, escrita en 1971 cuenta la historia de los jóvenes del 68 que acudían a las movilizaciones públicas del movimiento estudiantil, así como las represiones que solían caracterizarlas. Esta novela refleja la conciencia juvenil del momento y los motivos detrás de su organización, sin perder de vista la descripción de la violencia con la que fueron reprimidos y apresados; Álvaro Mutis poeta colombiano escribe en 1960, Diario de Lecumberri, Esta obra evoca la violencia, así como la nostalgia, el dolor y el sufrimiento, ámbitos propios del encarcelamiento y la privación de la libertad que una sentencia como la de Lecumberri implica; David Alfaro Siqueiros escribe en 1977 Me llamaban el coronelazo. El muralista no sólo se ocupó de pintar al interior de Lecumberri, también escribió esta obra que recupera el sentimiento de traición de la patria, al criticar a un gobierno cuyas acciones van en contra de los ideales de la Revolución mexicana.
Sin duda pisar la cárcel por lo general suele cambiar la vida y el panorama, pero cuando se trata de escritores, su narrativa, poesía o cual sea su género predilecto, también lo hace. La penitenciaría de Lecumberri fue un centro carcelario mexicano que reflejaba los ideales del progreso y el humanismo del Porfiriato y al final sirvió de inspiración de obras mexicanas que resultan inolvidables y que dan a conocer la angustia, dolor y soledad que vivieron sus residentes.