Opiniones

El Síndrome de Estocolmo

El Síndrome de Estocolmo

La popularidad del presidente se mantiene en niveles altos pese a los cuestionables resultados de su gobierno.


La realidad que vivimos los mexicanos no encaja con los altos índices de popularidad que maneja el presidente de la República que se encuentran arriba de un 62%, de acuerdo con la última encuesta realizada por el periódico Reforma.

Mientras que la opinión pública en México es crítica de la situación del estado de la economía, la seguridad pública y la corrupción, el presidente López Obrador se mantiene en niveles relativamente altos de aprobación presidencial.

Estos altos índices de popularidad se deben a la devaluada imagen que tienen los partidos políticos que conforman al bloque opositor de este país. Poligrama expuso que los estados con los niveles más altos a favor del Ejecutivo federal fueron Oaxaca, con 83,26%; Tabasco, 82,96%; Guerrero, 80,78%.

La oposición no se ha dado cuenta que enfoca sus ataques contra el gobierno sólo en indicadores que reflejan la tormenta que enfrentamos como fuga de inversión, salud, seguridad, transparencia, estado de derecho, entre otros y que, para la población, éstos datos no tienen la menor importancia, lo único que impacta y que tiene peso en la conciencia popular es el alto rencor que se le guarda a la clase política de sexenios pasados que abusaron de la confianza de la población.

Este apoyo popular refleja una relación de apoyo y complicidad hacia la figura del Presidente y que se asemeja al síndrome de Estocolmo. Esta condición psicológica se relaciona con las víctimas de secuestro y según los expertos, el Síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en que las víctimas de distintos abusos o vejaciones desarrollan una relación de comprensión y benevolencia con sus victimarios.

La población secuestrada por la pobreza, la corrupción y la inseguridad, llega a sentirse amiga e incluso sentir cierto grado de “cariño” por los personajes constructores de su desgracia.


La seducción que provoca un gobernante al tocar a un niño, tomarse una foto con la multitud que lo aclama, compartir los platillos típicos y favoritos de la región, escuchar a los líderes formales y morales, tiene un efecto psicológico en los buscadores del “mesías” que los habrá de librar del pecado llamado pobreza.


En este imaginario, el Presidente ha logrado polarizar afectivamente a la sociedad y poner, a la vista de la sociedad, a partidistas de su propio partido positivamente y a los partidistas de la oposición de manera negativa.

Esto quiere decir que este tipo de polarización no se entiende a partir de la ideología sino de la identidad (chairos vs fifís), lo que a su vez genera sentimientos negativos en contra del grupo que conforma a la oposición.

Esta polarización ha tenido un efecto positivo en la popularidad del Presidente, y no las evaluaciones de políticas públicas.
Tener buenos resultados en políticas públicas no te garantizan alta popularidad, ni votos.

En México somos prisioneros de las narrativas donde un personaje marginal obtiene éxito, y la oposición sólo se empecina en exponer datos que reflejen nuestra difícil realidad.

La gente no quiere y no entiende esto. La oposición ha fallado en crear una narrativa que ligue una idea que se encuadre al sentimiento de la población y que pueda captar la atención y los sentimientos del electorado.

Los datos no reflejan lo que el electorado quiere sentir, el Estado te va a dar y a proteger, de lo demás, tú no te preocupes. Sólo así, es como se entiende que una víctima vote por su victimario y lo admire tanto que lo mantenga con altos índices de aceptación.


Dr. Arturo Argente Villarreal
Escuela de Derecho
Tec de Monterrey
Campus Toluca.