Como si la incertidumbre existente en estos momentos no fuera suficiente amenaza para la actividad económica mundial, la región de Medio Oriente se calienta a partir de los últimos acontecimientos del conflicto entre Israel y ahora el partido Hezbolá en Líbano.
La reciente explosión de dispositivos electrónicos como radios de transmisión corta, beepers, teléfonos satelitales y demás en distintos puntos del país, que de forma simultanea generaron daños humanos y materiales significativos en Líbano, un país que no logra superar sus condiciones económicas adversas desde el 2021 a la fecha, elevan el riesgo de incorporación de otros jugadores que en términos geoeconómicos son mucho más relevantes y afectarían la lenta recuperación europea y del mundo entero.
Hezbolá, concebido como un grupo religioso chiíta extremista con sede en Irán, que como nota cuenta con un brazo armado paramilitar, llegó a Líbano con la idea de constituirse como un partido político relevante aprovechando la existencia de un sistema teocrático en donde el poder se ha fragmentado lo suficiente, desde la suscripción de los Acuerdos de Taëf (1989) que pusieron fin a la guerra civil que asoló el país entre 1975 y 1990, en donde los escaños parlamentarios, se dividen entre cristianos y musulmanes por igual y cuyo reparto confesional de las principales posiciones de poder (Presidente maronita, Primer ministro sunita y presidente del Parlamento chiita), fueron la clave para la construcción del equilibrio y la estabilidad política que el país necesitaba para reconstruir su economía.
Algunos especialistas, señalan como una de las causas principales de la crisis económica actual, esta forma de gobierno, cuyas autoridades políticas son a la vez, lideres religiosos, quienes definen el tipo de políticas económicas y sociales a implementar con terribles resultados, como el enorme endeudamiento de su economía que lo llevó a declararse en default (suspensión de pagos) por primera vez en su historia en 2020 (en la actualidad la deuda del país equivale al 183% de su Producto Interno Bruto, siendo ya la cuarta deuda en relación al PIB, más alta del mundo), teniendo que elegir entre hacer frente a los vencimientos de la deuda por 4,000 millones de dólares o financiar bienes de primera necesidad. Ante el impago, se estableció una restricción de acceso a los mercados financieros y una rebaja en su calificación crediticia por Moody´s hasta C, el nivel más bajo en su escala de ratings.