Tenemos que hablar de PEMEX

Cynthia Valeriano

Tenemos que hablar de PEMEX

Otra vez Pemex es nota a nivel nacional e internacional, la empresa Paraestatal, que durante décadas financió el desarrollo y la industrialización de nuestro país, hoy se encuentra frente a uno de sus peores escenarios, a pesar del inmenso presupuesto público y la reducción constante del porcentaje de dividendos que debe regresar a la federación en forma de ingresos, a pesar también de los esquemas de financiamiento propuestos, de las estrategias por ampliar la capacidad instalada para la refinanciación o de los enormes esfuerzos por tratar de salvar el histórico emblema de un desarrollo estabilizador que hace décadas dejamos atrás.


Apenas el 9 de febrero Moody´s, una de las empresas calificadoras más importantes del mundo tomo la decisión de bajar la calificación de la empresa por tercera ocasión y aunque ya tenía una evaluación de riesgo muy alta que la dejo fuera de los estándares de inversión para colocarla en grado especulativo (pasa de una calificación B1 a B3), está a un paso de evaluarla en un punto en donde ni con tasas altas es susceptible de recibir financiamiento. Vale la pena señalar que no sirve de mucho desacreditar con argumentos políticos o demagogia el trabajo que realizan las instituciones como Moody´s, estas firmas viven de evaluar el riesgo financiero de activos públicos y privados más allá de la orientación partidista de sus gobiernos, por lo que sus informes si influyen en las decisiones de las empresas que cuentan con el capital para invertir.


Las empresas como Moody´s consideran aspectos como la revisión de los informes contables y financieros, la presión financiera de las deudas que contraen, la relación con los proveedores, los ajustes en la producción, la inversión anual, etc. Por eso no es de extrañarse que cuestiones como que tan solo en 2024 tendrá que pagar el vencimiento de bonos de deuda de Pemex por el orden de 10, 900 millones de dólares, que para dimensionarlo adecuadamente es más del doble del presupuesto anual destinado al Estado de Guerrero, uno de los más pobres del país, lo anterior sin considerar que solo para que PEMEX siga funcionando se aprobó un presupuesto de más de 806 mil millones de pesos y que para que se mantenga al día pagando su gasto corriente, el próximo gobierno deberá mantener una inyección de recursos públicos elevadísimos.


Dentro de las teorías que explica como surgen las instituciones, como se mantienen a lo largo del tiempo y como amplían o reducen sus funciones, existe un término que es sumamente útil para explicar lo que vivimos en la actualidad, PEMEX tiene una dependencia histórica, que se ha transformado en una especie de terror, aversión o fobia de reconocer lo que ya todos sabemos: Es una carga financiera para el gobierno y regresarla a sus tiempos de gloria implicaría utilizar el presupuesto público de 3 sexenios. ¿valdría la pena pagar este costo tan alto? Sobre todo, en un momento en donde lo que se busca es elevar la participación en el mercado de generación de energía que menos impactan al medio ambiente. ¿debemos seguir renunciando a recibir un servicio de salud de calidad, escuelas para los niños y jóvenes, seguridad o innovación tecnológica en aras de rescatar a un paciente que está en fase terminal y que amenaza con llevarse el patrimonio nacional?.


De seguir como hasta ahora será inevitable que la deuda de PEMEX se convierta en una deuda pública que tengamos que pagar esta y las próximas generaciones, que sus proveedores con cuentas por cobrar por más de 298 mil millones de pesos (1.5 veces el presupuesto de la secretaria de salud para este año), tengan que esperar mucho para recuperar sus pagos e incluso algunos tengan que recurrir a la vía legal para obtenerlos y que inevitablemente el gobierno entrante, tenga que recurrir a una reforma fiscal que implique elevar la carga fiscal para financiar su propia operación.


Lo anterior sin duda tiene muchas lecturas, pero todas coinciden en un hecho concreto: PEMEX es insostenible y quien asuma el gobierno en los próximos años no tendrá libertad para decidir sobre absolutamente nada que no sea mantener el estado crítico de las finanzas mientras no decida qué hacer con la estructura y carga financiera de una anquilosada y pesada institución que hace mucho dejó de contribuir con el desarrollo y el progreso del país.


Quien gane la elección, tendrá que asumir las consecuencias de las desmedidas locuras de quien le precederá, aquel que defendía su derecho de nombrar a un ingeniero agrónomo al frente de la emblemática empresas de todos los mexicanos, señalando que no tenía ciencia producir petróleo, tan sencillo como hacer un hoyo en la tierra y extraerlo, se llevará consigo a aquel rincón tropical a donde asegura que se retirará de la vida pública, la vergüenza de haber duplicado la deuda en Pemex, reducir a la mitad la producción de petróleo y desperdiciar la oportunidad para avanzar hacia una generación de energía que garantice el desarrollo futuro del país.