Acapulco, una sucursal paradisiaca notable, con todo y su majestuosidad natural, a la que no le ha ido muy bien en los últimos tiempos y se han recrudecido sus complicaciones sociales; a Guerrero, un estado con gran potencial, la forma en que ha sido manejado, lo ha sumido en múltiples problemas que han complicado la vida y los anhelos de sus habitantes por varias generaciones.

El paso del Huracán Otis, arrasador, con su legado de paisajes dolorosos una vez más está poniendo a prueba la resistencia y la capacidad resiliente de nuestros paisanos, sin embargo hoy, con el que se dice es el gobierno más humanista de la historia y sus preocupados adversarios, ojalá que más allá de polémicas, el gobierno del Presidente López Obrador muestre que -acorde a su visión- no hacen falta fideicomisos, reglas rígidas, programas ni techos financieros, sino que basta la voluntad, al experiencia y la discrecionalidad benevolente para impulsar la reconstrucción de una entidad arrasada. Ojalá con hechos y nuevas historias se tapen bocas. Se necesita.

Ojalá que las instituciones mexicanas y guerrerenses tomaran la oportunidad y la responsabilidad de orientar esta reconstrucción no solo en lo material, sino también en lo social, para mostrar a la gente rutas para restaurar su vida y no dejar espacio para que grupos criminales se impongan ante la lentitud institucional, facilitando a los necesitados en la urgencia, lo que las instituciones no les dan. Ojalá se tomará la triste oportunidad de mostrar que el bien garantiza más.