Según registros del IMSS, a diciembre 2022, 45 por ciento de las personas con empleo formal, con su salario no logran dejar de ser pobres; se trata de 9 millones 598 mil personas, cuyo ingreso mensual no les alcanza para comprar dos canastas básicas.
El 53 por ciento de esas personas son trabajadores y trabajadoras de medianas y grandes empresas, ya sea en fábricas, almacenes, tiendas departamentales, corporativos o consorcios.
Según el análisis de la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, esta precariedad no sólo es característica de la economía informal como frecuentemente se piensa, sino que también se reproduce en la economía formal. Las empresas con mayor soporte económico también son fábricas de pobreza.
Situaciones como ésta, son las que se deben discutir, exigir que se expongan las formas posibles para atender profesionalmente de inmediato los problemas establceindo para ello proyectos de largo alcance, no sólo con efectismo sin responsabilidad.
La sociedad mexicana ha estado inmersa en la polarización de una competencia política imparable acentuada por sucesivos procesos electorales, asi llegamos a lo que será un ciclo más de elecciones trascendentales en el Estado de México y a nivel nacional en 2023 y 2024, en las que que ojalá no sea la precariedad de propuestas y la corta visión las que tambien prevalezcan.
Ojalá no permitamos que se reduzca la competencia a la busqueda de clientelas electorales con promesas de ampliación de programas sociales, sino a la valoración de propuestas y proyectos de desarrollo capaces de generar y distribuir la riqueza, no caigamos en la retórica simplona de satanizar la prosperidad, el progreso, ni las aspiraciones como señal de egoismo; sino identificar que opciones hay para encausar el ímpetu social y propiciar las condiciones para que más personas puedan luchar por sus anhelos con la plena conciencia que el éxito individual alcanza su mejor estado, cuando aporta al éxito social.
Ojalá se alcance ese nivel de política para una sociedad con aspiraciones.
