Todo yo

Oscar Glenn

Todo yo

Ojalá
Por @OscarGlenn

Que el presidente Andrés Manuel López Obrador, minimizó la movilización en defensa del INE, estimando que acudieron apenas 60 mil personas y asegurara que no participo mucha gente, era previsible, lo mismo que su intento de imponer sus parámetros de valoración del éxito de la marcha, al plantear que debió hacerse en la plancha del zócalo capitalino para poder comparar fuerzas y respaldo social con su movimiento, estaba previsto. Pero, aunque no lo crea, de fondo ni él ni su movimiento eran los destinatarios de la marcha ni de las consignas.

Los mezquinos, hipócritas, racistas y clasistas que marcharon este domingo en más de cincuenta ciudades del país, para externar su rechazo a la reforma electoral propuesta por el presidente -en la que ven implícita una intención de controlar al árbitro electoral si lograra ampliar sus posibilidades de interferir en la nominación de consejeros electorales a los que propone que se designen por voto popular aunque no sea económico ni garantía de profesionalización e imparcialidad- le dieron al parecer y de manera involuntaria un incómodo regalo de cumpleaños. Y tampoco era para él.

Debatir con el Presidente y sus seguidores las dimensiones de la movilización y la justificación de la causa está resultando ocioso, considerando por una parte que el mandatario ha instruido a los legisladores de su partido que -pese a que hay más de 150 iniciativas de reformas en ordenamientos electorales- su propuesta es la que debe prevalecer inalterable, anulando así cualquier producto del ejercicio parlamentario, y por otra que en esa discusión ni los números ni los fundamentos serán dados por válidos para quienes consideran que tienen la patente en cuestiones de manifestaciones. Tampoco era para eso la movilización, aunque no lo crean.

En dónde si pudo acertar el Presidente López Obrador, es en que la marcha en defensa del INE se convirtió efectivamente en un detonante para externar de manera pacífica y ordenada un consenso entre los asistentes y quienes la apoyaron por las redes sociales, en el desacuerdo con la forma en que el actual régimen está conduciendo al país, con la clara conciencia que por más fuerte que se gritara, por más numerosos que fueran los contingentes, por más creativas y severas que fueran las críticas, el presidente y sus subordinados no se moverían un centímetro en sus convicciones.

La movilización al parecer fue un gran ejercicio para agrupar opiniones y voluntades, evidenciar coincidencias y disposición a la acción, para mostrar un poco de “musculo” no de los adversarios políticos, sino de una parte la sociedad que siente que tiene el derecho de exigir más a su gobierno, de ordenar a sus representantes que no transijan y menos que se vendan ante el a veces apabullante poder del gobernante en turno para dar paso a transformaciones que se piensan regresivas.

La marcha del 13 de noviembre de 2022 fue una inyección de ánimo a la participación ciudadana de un sector que se encontraba disperso y que no solía ocupar la plaza pública, pero que se ha visto en la necesidad de evolucionar, para demostrarse a sí mismo que es momento de definir sus causas y trabajar por ellas sin demora. Ese es al parecer el mayor mensaje del que muchos acusaron recibo hasta sin querer. Eso es lo que quizá más incomodó, aunque no se reconozca abiertamente. Ojalá que el ejercicio de la ciudadanía siga creciendo por cauces civilizados y la energía como la inteligencia no decrezcan.