Cultura

Comparten orígenes de costumbres de cortejos funerarios

Comparten orígenes de costumbres de cortejos funerarios

Volveremos a unirnos para acompañar a una persona fallecida: Lilia Escorcia Hernández

Aun cuando por la COVID-19 los protocolos sanitarios establecieron modificaciones a los rituales de preparación del cuerpo, los cortejos funerarios y las costumbres sincretizadas por la Colonia, como el novenario, no cambiarán a largo plazo señala Lilia Escorcia Hernández, especialista de la UNAM.


La especialista del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, Lilia Escorcia Hernández, compartió que durante las semanas que el país se ha mantenido en semáforo epidemiológico verde, es posible ver que la gente ha dejado de usar cubrebocas, organiza fiestas, se abrazan y se mantienen juntos; es decir, vuelven a retomar las actividades cotidianas, sin seguir estrictamente las medidas sanitarias.


En cuanto a las costumbres funerarias, una vez que la pandemia desaparezca, los ritos mortuorios serán como normalmente se realizaban; quizá lo que se modifique sea el tipo de prácticas del cuidado de los alimentos, mayor higiene o cuidado en usar el cubrebocas en caso de gripe y cuidando la sana distancia, pero “volveremos a unirnos para acompañar a una persona fallecida”, explicó la investigadora del Laboratorio de Antropología Forense.


La doctora por la UNAM detalló que en México existen elementos de acompañamiento a las personas fallecidas, que tienen su origen antes de la llegada de los españoles. Por ejemplo, es común ver en tumbas vasijas y moldes para comer, como parte de un deseo de que quien se va de este mundo tenga lo necesario para alimentarse en la etapa que inicia.


Un elemento más que proviene de costumbres prehispánicas es la orientación de los cuerpos en un cementerio. Son colocados con la cabecera mirando hacia la Iglesia, lo cual significa que en el día final, los muertos se levantarán para mirar a Cristo; en otros, está hacia el Oriente, por donde se cree que resurgen.


Escorcia Hernández puntualizó que la pandemia impacta los enterramientos y su característica ritualizada, porque no se puede estar cerca de los deudos. La mayoría de las personas que han fallecido por la COVID-19 son incineradas, lo cual es un reto para numerosas comunidades que se niegan a hacerlo, porque insisten en que deben ser enterrados en un espacio físico.


Aunque los protocolos de la emergencia sanitaria trastocaron esta ritualización y deben ser incinerados; en el caso de aquellos que se inhuman, el ataúd debe ser sellado en el hospital, los
familiares no pueden acercarse y, en ocasiones, se les coloca papel film para que nadie pueda ver el cadáver, porque se debe inhumar de inmediato y esto impide que se realice la velación y el duelo se acorta, indica la investigadora.


Lo que continúa es el acompañamiento de los dolientes en la llamada novena, aunque no debe haber tanta gente ni en los velatorios ni en las casas. Ha sido un elemento crítico por la pandemia, que tiene que ver con las emociones, con el duelo, pero continuarán con los ritos funerarios, comparte Escorcia Hernández.


Los antropólogos comúnmente estudian en archivos parroquiales, civiles y códices las referencias sobre diferentes epidemias, cómo se registraron e incluso se preguntan cómo habrían enfrentado esas comunidades una epidemia; “jamás pensamos que nosotros, en el siglo 21, seríamos parte de una”, concluyó.