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"O soy candidato o no habrá comicios"


#Opinión
Los políticos padecen un trastorno que les permite sentirse capaces de realizar grandes tareas, creen saberlo todo y que de ellos se esperan grandes cosas, por lo que actúan yendo un poco más allá de la moral ordinaria.

"O soy candidato o no habrá comicios" "tope donde tope" estas expresiones de falsa hombría, aunque resulten grotescas, en algunos lares son escuchadas y admiradas por ciertos segmentos de la población.

La pobreza y la desigualdad son caldo de cultivo para que este tipo de manifestaciones ocupen un espacio en los procesos democráticos de este país amenazando la estabilidad de las instituciones y el costo puede ser altísimo.

Ocupar un puesto público es un excelente negocio ya que abre la oportunidad de enriquecerse en menos de un sexenio y permite pagar algunos millones de pesos para reponer con creces la inversión realizada en campañas.

Lo que menos importa son los resultados ni resolver los problemas que hacen sufrir a la población, lo que más importa es alcanzar el poder, al precio que sea, cueste lo que cueste.

El problema empieza cuando los candidatos a un puesto político adquieren el poder legítimo para tomar decisiones importantes y su fin, precisamente, no es el servicio a los demás, sino el servicio a sí mismos o a grupos de poder que representan.

Los políticos padecen un trastorno que les permite sentirse capaces de realizar grandes tareas, creen saberlo todo y que de ellos se esperan grandes cosas, por lo que actúan yendo un poco más allá de la moral ordinaria.

Es como una adicción sin drogas, el poder llama al poder y cuando consigues algo, quieres más, a esto se le conoce como Síndrome de Hubris o adicción al poder. No es una enfermedad como tal, pero si se refiere a una característica de personalidad en el que un candidato adquiere poder y se vuelven adicto a él.

El resultado de esta adicción se ve reflejada en las diversas dictaduras que han existido en la historia de la humanidad y que han nacido en sociedades sumamente desiguales y desinformadas. También se debe a la fragilidad de las instituciones públicas dañadas por la corrupción, a la actitud pasiva de la misma ciudadanía y a la idiosincrasia de un pueblo proclive a admirar a los caudillos.

Debemos de procurar abrir nuevos espacios a nuevas caras que sean conscientes, tanto de sus fortalezas como de sus áreas de mejora, así de cómo sus actos afectan tanto al conjunto de la ciudadanía como a su equipo de trabajo.

Se requiere de líderes políticos que gocen de un alto nivel ético y una autentica actitud de servicio.

Para que cualquier candidato pueda "curarse" de esta adicción al poder simplemente basta con que no alcance el escaño que tanto desea. Seamos responsables al momento de ejercer nuestro voto, por el bien de México.

Dr. Arturo Argente Villarreal
Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno.
Tec de Monterrey.
Campus Toluca.