OJALÁ

Oscar Glenn

OJALÁ

NO SE PREOCUPEN…

Después que los diputados reformaron las leyes para que la venta del alcohol a menores de edad no fuera algo sancionado como delito, sino una falta administrativa, resaltó que había suficientes mecanismos de inspección, escuchamos también la promesa de los empresarios del entretenimiento que aplicarían políticas de consumo responsable, o sea mínimo riesgo. Con tan buen panorama, había que observar.

Entre la diversidad de establecimientos que en la Zona Toluca-Metepec, (sólo por poner ejemplo) ofrecen diversión, tragos, música al máximo volumen y la necesaria advertencia generalizada que "se sancionará a la persona que sea sorprendida consumiendo sustancias prohibidas o estupefacientes" hay mucho de donde escoger.

El proceso es, como siempre, competir para formar parte del selecto grupo de clientes del lugar de moda, más el trámite de pasar las miradas escrutadoras de los encargados de la entrada, someterse a las someras revisiones del personal de seguridad y darle rienda suelta a la euforia.

Se puede decir que protocolariamente, a simple vista, cada uno de los establecimientos cumple con las exigencias legales y formales de operación, continuamos y basta cruzar el umbral de la puerta para encontrarse con una multiplicidad de rostros la mayoría juveniles, algunos casi infantiles, que con un poco de escepticismo no salvarían la duda sobre su mayoría de edad, lo mismo hombres que mujeres. Ejercen su libertad.

Cuidar la calidad de lo que ordenan como bebida sería obligado, pocos lo hacen por desinterés o porque confían en la calidad del lugar y otros se atienen a que las autoridades sanitarias hayan verificado que no hay riesgos para la salud.

La noche continúa y la algarabía crece, ningún inspector a la vista, el humo de cigarro invade el aire, el señalamiento de un sitio libre de humo de tabaco se vuelve invisible. Poco a poco algunos rostros como la forma de hablar se enturbian, a nadie se ha obligado y a nadie se ha limitado.

Al salir de madrugada súbitamente se forma una gresca en el estacionamiento, dos grupos de jóvenes excitados por el alcohol ingerido protagonizan tremenda batalla campal, llueven golpes, las mujeres no se escapan, "son parte de la fiesta". En un momento todo es caos, gritos, empujones, un joven yace en el piso inconsciente en medio de un charco de sangre. Quizá en ese instante cambió su vida.

De nada valdrán las mentadas de madre al gobierno, los reclamos la autoridad abusiva o indolente cuando tengan que ir a reconocer a un familiar a un hospital o a una comisaría.

No se preocupen, seguro que esto no pasará en su casa, pues ahí el respeto, la prudencia y la responsabilidad bien instaladas en la mente juvenil, los habrá de mantener a salvo, no dejaron el cuidado a ningún extraño voluntarioso, ni a la suerte de una Ley novedosa. Esa responsabilidad nunca la asumirá el gobierno. Ojalá no esperemos eso.