Sin embargo pueden existir mentiras que nos hagan caer en penosas situaciones ya sea que seamos nosotros quienes las sostengamos o caigamos víctimas de alguien más. Las causas más comunes por las cuales mentimos son sobre todo para ocultar algo que hicimos y creemos que está mal, para evitar un castigo (que se hace mayor al ser descubiertos), para proteger nuestra intimidad o para obtener ventajas y beneficios sobre los demás.
Lo más impresionante es que creer en nuestras propias mentiras nos ayuda a ser mejores mentirosos y más persuasivos, ¿cómo sucede esto? cuando mentimos nuestro lenguaje corporal puede delatarnos ya que existe cierto nerviosismo y temor a ser descubiertos, pero si creemos que lo que decimos es verdad, nuestros cuerpo no nos evidencia, por el contrario, adoptamos posturas que reflejan seguridad y los demás caen redonditos a nuestras palabras. Sin embargo debemos tener en cuenta que decir una mentira requiere mucha habilidad y buena memoria, ya que ésta nos obliga a crear una serie de mentiras más para sostener la primera, lo que en muchas ocasiones termina aprisionándonos en las ramificaciones de nuestras falacias.
A propósito de creer nosotros mismos las falsedades que decimos, existe también el autoengaño, que nos da una ayudadita para no dejar las adicciones o los malos hábitos, repitiéndonos frases como: ya mañana no fumo, estos 10 kg de más los bajo fácilmente, no me trata tan mal.., y un largo etcétera de frases con las que tratamos de consolarnos y no ver nuestra realidad; y es que a veces preferimos una buena mentira que enfrentarnos al dolor de lo real, esto podemos apreciarlo cuando recibimos una mala noticia y no podemos aceptarla, decimos cosas como: no es cierto, debes estar equivocado, eso no puede ser…, pero debemos recordar que las cosas caen por su propio peso y tratar de ocultar la realidad no podrá ser para siempre.
Si bien es cierto que existen diferentes tipos de mentiras, o con diferentes consecuencias, también hay tipos de mentirosos: los que viven en la fantasía y tienden a exagerar sucesos, presumen de haber viajado mucho, conocer de diferentes temas, tener amigos famosos o una posición económica más
elevada; en muchas ocasiones, si los detectamos sólo ignoramos o minimizamos sus comentarios y pueden no dañarnos; y por otro lado aquellos que tratan de obtener ventajas a toda costa y no reparan en la seguridad o integridad de los demás, pueden meternos en serios problemas o perjudicarnos de muchas maneras; así que conviene estar atentos a las señales que nos harían descubrir cuándo alguien nos está mintiendo, aquí te presento algunos rasgos:
· Se tapan la boca durante la conversación cuando mienten, los niños lo hacen muy evidente pero en el adulto es más sutil, pueden llevarse las manos a las comisuras de los labios, la nariz o el bigote
· Repiten la pregunta que les has hecho, o regresan otras como: ¿quién, yo? ¿cómo? ¿me crees capaz de eso? ¿para qué te mentiría? ¿yo haría algo así?
· Cambia la modulación de la voz, normalmente a tonos más agudos y volumen más bajo
· Esconden las manos detrás del cuerpo o en la ropa
· Sostienen una sonrisa falsa y el cuerpo se inclina hacia delante
· Existen negaciones constantes y errores durante el discurso
· Miran hacia la izquierda (los diestros, mientras que los zurdos muran a la derecha
Hay que tener en cuenta el discurso y el lenguaje corporal en conjunto, es decir, no solo porque existe una de las características anteriores podemos acusar a alguien de mentiroso, debemos valorarlo incorporando varios elementos y sobre todo no prejuzgar.
Tomemos en cuenta que el mitómano posee una autoestima baja, lo que lo lleva a defenderse constantemente del mundo y tratar de valorarse a través de minimizar a los demás, la manera que encuentra es la mentira, pero incluso darse cuenta de ello puede ocasionarle sufrimiento. Seamos empáticos y elijamos lo mejor para nosotros sin herir al otro; y recuerda que las mentiras pueden dar flores pero jamás darán frutos.
Osiris Pichardo
Psicoterapeuta osirispichardo@mail.com