Propone que la práctica de la dirección debe combinar la experiencia, que es la obra; con la perspectiva, que es el arte y el análisis, que es la ciencia. Añade que el estilo de decisión calculador o heroico que se han venido manejando ya no se consideran confiables, pues les falta experiencia y perspectiva.
Mientras que el calculador es el que explota las mejoras a corto plazo, fomenta la precisión, la repetición, el análisis, la disciplina y el control; pero dedica poco tiempo a la construcción de capacidades a largo plazo y a menudo alejados del contexto. Mientras que el heroico, explora, fomenta la experimentación, la toma de riesgos, la novedad y la libre asociación.
Entonces, el arte al alentar la creatividad permite que aflore la perspectiva y la visión; la ciencia es la que proporciona el orden a través del análisis y las valoraciones sistemáticas, y finalmente la obra es la que establece conexiones construidas sobre la experiencia.
Ante este panorama, propone que las maestrías o la capacitación para los empresarios sea en secuencia de módulos, que los participantes sean de mentalidad directiva, que sean directivos, es decir que sus principales habilidades sean de opinión y "blandas", reflexionen sobre la experiencia a partir de los casos o viviencias expuestas y finalmente mejoren las opiniones o decisiones de estos con base al contexto de la situación.